Inauguración: 31 de octubre de 2020
Exposición comisariada por Daniel Colafranceschi
Después de su paso por la Casa de Cultura des Bernardes la exposición del artista napolitano Massimo Latte se ahora expone en el Museu Molí Paperer de Capellades
Las pinturas sobre papel Esbozos minerales forman parte de dos series de obras que el artista Massimo Latte inició en el año 2014 y sobre las cuales aún sigue trabajando: Passaggi minerali (Transiciones minerales) y Paessaggi d’instanti ( Paisaje de instantes).
Una obra que nos introduce en el paisaje del acto de pintar, la pulsión, la repetición del gesto. También del rasgado, la reunión y el azar. El silencio.
En palabras del artista:
Los Passaggi minerali son extensiones de color que surgen como un respiro; el respiro de la materia. En un instante, en un latido; el latido de la materia. Un vaivén perpetuo y repetitivo, pero jamás idéntico a si mismo; variaciones infinitas a las cuales nada puede añadirse porque nunca se alcanza “la cosa”.
Los Paessaggi d’instanti son la prueba de una voluntad de transformación del tiempo en espacio y, a su vez, la negación de la voluntad. Una especie de geografías temporales; un avanzar confiando en el acto de hacer y deshacer la pintura al rigor, al azar y al tiempo, porque rasgar y después recomponer los fragmentos es como el magma que se petrifica: “unidad mínima y fragmentos de un paisaje-mosaico”.
Rasgar es un acto de rebelión y de violencia; es un gesto liberador, tiene algo de volcánico, una erupción que lo disemina todo en una multitud de fragmentos con los contornos más variados. Lapilli, pepitas, gemas; esquirlas de colores explotan e invaden el espacio en una confusión que distorsiona los planos, las formas, los elementos, las identidades, las intenciones.
Me abandono a esta pérdida de control; ciegamente confiado a las transmutación “inquieta beatitud”.
Rasgar se convierte en una forma de dibujar harmonías invisibles. Después recojo estos trozos como si fueran flores diseminadas en un campo, piedrecitas o fragmentos dispersados, para recomponerlos, engancharlos y fijarlos en collages, en una intuición instantánea, frenética, estática. Un juego. Algo así como las piezas de cerámica reparadas con polvo de oro del kintsugi japonés, pero no para volver a unir las partes de un todo, sino para mezclar trozos heterogéneos y crear una nueva realidad, sin límites. Y finalmente, admiro sorprendido, la aparición. El silencio